martes, 11 de enero de 2011
María Elena Walsh
María Elena Walsh - Canción del Jardinero
Una de mis canciones favoritas, espero que les agrade.
Para seguir cantando y leyendo junto a María Elena Walsh
Cantar canciones
Quien pudiera
cantar una canción cualquiera,
sencilla como el agua de la canilla
canción que pronto se olvida
pero dura toda la vida
Cantar canciones,
para los que no tienen ilusiones
poesía para los que perdieron la alegría
Canción con piano
para los que pasean de la mano,
con flores que sirvan para niños y mayores
seguir y seguir
cantando canciones para convivir
Canción barata
para los que no piensan más que en la plata
dorada para los pobres que no tienen nada
Canción amiga
para los que se mueren de fatiga
canciones para los que padecen en prisiones
seguir y seguir
cantando para convivir
La noticia de la muerte de María Elena Walsh produce un vendaval de sonidos, letras y palabras que se van transformando en los personajes locos y disparatados que viven en sus canciones, poesías y cuentos: la mona Jacinta y la tortuga Manuelita, el gato confite, la pájara pinta, la reina batata, Dailan Kifki, la familia polillal, el pez que teje, los gleglos, la vaca estudiosa, chaucha y palito y tantos tantos otros.
Muchos dicen que con su escritura hay un antes y un después en la literatura y la música para chicos.
Lo cierto es que su primer libro se publicó en 1947 y desde entonces le siguió una gran obra de cuentos, poesías, teatro, versos y canciones.
Para acercarnos un poco más a lo que fue su vida, compartimos con ustedes fragmentos de la autobiografía que escribió para los chicos y que tituló: "El cuento de la autora":
"Cuando tenía cuatro años una señora vecina empezó a enseñarme a leer y escribir. A los cinco ya sabía. Fui a una escuela del estado y me gustó.
Mi papá me inculcó (por el ejemplo y no por la fuerza) el placer de la buena lectura y a jugar a las rimas y a las adivinanzas en inglés y en español, como si las palabras fueran otros tantos juguetes.
Tuve suerte de que me llevaran a menudo al cine, al teatro de Variedades, al circo, a museos, a confiterías con orquestas, a ver a los Títeres de Podrecca, al Corso en Carnaval.
Cuando terminé la escuela primaria también se me acabó la buena vida en casa grande y para colmo perdí al perro negro que nos había acompañado durante años.
Quizás para consolarme de tantas desdichas empecé a escribir versos. Y también a leerlos, porque casi nadie escribe si antes no le gusta leer. Siempre se empieza imitando.
Parece que a los quince ya escribía regular porque me publicaron un poema en la revista El Hogar y luego otro en el suplemento literario del diario La Nación. ¡Qué emoción, mamita mía!
En 1947 alentada por algunos escritores vacié una alcancía en forma de libro donde mis padres me había ahorrado monedas y billetitos y pagué la impresión de un libro de versos: Otoño imperdonable.
A pesar de que un escritor tan respetado y generoso como Eduardo Mallea lo había ofrecido a las editoriales, ninguna quiso editarlo, como suele suceder con los libros de poesía.
Con algún amigo, también pichón de poeta, salimos a repartir el librito por las librerías. Dábamos risa a los vendedores pero lo ponían en la vidriera y ¡oh milagro! se vendía.
Con dinero prestado me fui a Europa, sin saber de qué diablos iba a vivir allá. Ya no necesitaba permiso porque acababa de cumplir la mayoría de edad.
Uno suele enamorarse mejor de su tierra cuando está lejos. La patria es querida y añorada como la niñez y quizás por eso, por nostalgia, por ganas de volver a jugar en mi propio idioma, empecé a escribir versos para chicos.
Rascando un poco la guitarra me atreví después a ponerles música.
Al volver a la Argentina recorrí bastante las provincias, sobre todo las del Noroeste, cantando y recogiendo coplas y melodías de nuestro tesoro popular.
Junté los versos infantiles escritos en París en el libro Tutú Marambá.
En 1962 estrené Canciones para Mirar en el teatro San Martín. Fue uno de los años más felices de mi vida aquel en que todos los fines de semana iba a cantar para una chiquilinada entusiasta.
En las biografías figuran (y eso es lo que vale al fin y al cabo) las obras que el biografado compuso. Les dejo una lista de mis libros. Todo me dio mucho, mucho trabajo. Estas obras (y tantas que descarté)
me costaron mucha paciencia, mucha borratina, mucho fracaso, mucho tirarme de los pelos. Pero si me hubieran salido con facilidad, es posible que ustedes, con la misma facilidad, las hubieran tirado a la basura”
Sus libros: Otoño imperdonable, 1947; Apenas viaje, 1948; Baladas de Ángel, 1951; Casi milagro, 1958;Tutú Marambá, La Mona Jacinta, La Familia Polillal, 1960; Circo de Bichos, Tres morrongos, 1961; El reino del revés, Zoo loco, 1964; Hecho a mano, 1965;Dailan Kifki, Cuentopos de Gulubú, Versos para cebollitas, 1966; Aire libre, Versos folklóricos para cebollitas, Versos tradicionales para cebollitas, 1967;Juguemos en el mundo, El diablo inglés, 1970;Angelito, El país de la Geometría, La Sirena y el Capitán, 1974; Cancionero contra el mal de ojo, 1976;Chaucha y palito, 1977; A la madre, 1981; Los poemas, 1984; Bisa vuela, 1985; La nube traicionera, 1989; Novios de antaño, 1990; Desventuras en el País Jardín de Infantes, 1993; Pocopán, Don Fresquete, El enanito y las siete Blancanieves, La foca loca, El gatopato y la princesa Monilda, Historia de una princesa, su papá y el príncipe Kinoto Fukasuka,Martín Pescador y el delfín domador, El paquete de Osofete, La plapla, Un gato de la luna, Una jirafa filarmónica, 1996; Manuelita ¿Dónde vas?, 1997; Elbrujito de Gulubú, Manuelita la tortuga, El Mono Liso,Osías el osito, 1998; Canciones para mirar, 2000;Hotel Pioho's Palace, 2002.
Sus discos: Canciones para mirar, 1964; Canciones para mi, 1964; El país de nomeacuerdo, 1966;Cuentopos, 1967; Cuentopos para el recreo, 1969; Juguemos en el mundo, 1968; Juguemos en el mundo II, 1969; El solo no tiene bolsillos, 1971; Como la cigarra, 1973; El buen modo, 1975; De puño y letra, 1976.
Nuestro homenaje a María Elena Walsh y de alguna manera a las palabras, a la lectura y a los lectores que la leyeron, a los que la leen y a los que la leerán, que fueron, son y serán conquistados con sus palabras.
“Recuerden lo que quieran, olviden lo que puedan, e inventen lo que falte. Porque la vida de un escritor es siempre incompleta: la completan sus lectores, si tiene la suerte de conquistarlos”, M. E. Walsh.
Palabras de Margarita Eggers Lan, Directora del Plan Nacional de Lectura de Argentina.
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